Sus dibujos brillan como los ojos de un gato, parecen dispuestos a colocarse de un salto en el ala del tejado, para ver todo desde arriba y cambiar el punto de vista, piensa. Desde abajo, pisoteada en la puerta, le queda grande la vida.
Me gustaría dejar dormidas a las palabras en mi cama, aunque sería mejor barrerlas como a la azotea de mi casa. Mi casa tiene una azotea, desde allí diviso y hago como si mantuviera el orden.
Me parezco a la casa, pero no soy. El pasillo lleno de palabras, pero no son. Pensamientos que quieren abrir ventanas que no son ventanas.