Encontró el infinito al separar las piezas que le formaban. Sobre la mesa fue colocándolas, una a una, como elementos de un atrezzo
que engalanarán el escenario de un festín.
Un lunes por la mañana, en la copa del naranjo, se posó un mirlo. Cerré la cortina el lunes por la tarde, y allí seguía el mirlo, navegando entre las ramas de su amado naranjo.
C onozco una araña. Me visita. En realidad he crecido con ella. La primera vez que la vi grité. Luego me acostumbré a su presencia y de un sólo vistazo la tenía completa. Me enseñó a enhebrar, a tejer con paciencia y ahora sé que el miedo es una tela muy fina.