A través del cristal empañado y lleno de polvo rodando a cien kilómetros por hora con el cansancio del trayecto acumulado y el hambre de llegar por todo el cuerpo.
Tu calle, acuerdo entre la ventana y los peatones entre los árboles y el asfalto entre el desgaste, los adioses y los coches. Aquella carretera por la que un día pasaste sólo fue un pacto, una travesía a toda velocidad con un paisaje desconocido.